sábado, 2 de noviembre de 2013

La tormenta perfecta

A las 07:30 AM de la mañana sonó el despertador del 31 de octubre (cumpleaños de mi Papi).
Teníamos contratado el servicio de lancha rápida a las 08:15, nos dio tiempo a desayunar el café da manha y salir pitando.
Había estado lloviendo toda la noche y la calle estaba un poco enfangada. Salimos al mas puro estilo boyscout con nuestros chubasqueros decathlon y las mochilas embutidas en sus plásticos verdes fluorescentes.
Mientras nos acercábamos al muelle me preguntaba ¿Cual de estos será el Fast boat? ¿Estará cubierto?
Lo que sucedió a continuación forma parte de uno de los momentos mas salvajes vividos en nuestro viaje. Estábamos a punto de vivir "el viaje" que recordaremos para siempre.
Seguía lloviendo y nuestra lancha llegó al muelle, era la típica lancha roja con asientos de plástico de esos que ponen en las salas de espera cutres, a modo de techo habían colocado un plástico transparente que cubría los laterales y las cabezas. Visto desde la lejanía parecía que la habían recubierto de film transparente, que se rompería en cualquier momento.
Todos pensamos lo mismo, mejor si nos sentamos detrás, porque la lluvia entrará por la parte de delante mojando a los que estén sentados ahí.
¿Quien se sentó delante?
Era obvio, NOSOTROS, en primera linea de fuego, tapándonos con nuestras mochilas a modo de escudo, con las capuchas del chubasquero tan cerradas al rededor de la cara que solo se veían los ojos y la nariz.

Nuestro capitán y su "grumete" estarían tan acostumbrados al camino que se olvidaron que los golpes que daba la lancha contra el agua al subir y bajar por las olas no solo asustaban por el ruido sino que te dolía el culito de golpear el asiento.
Una de las veces como iba agarrándome la capucha, al saltar, casi me quedo fuera de mi asiento. Dicen que mas sabe el diablo por viejo que por diablo, yo me había tomado la biodramina bien temprano para evitar sorpresas.
El resultado de los 40 minutos que duró la travesía fueron una risa descontrolada que nos salía cada vez que pensábamos que moriríamos y mas aun porque los otros pasajeros tenían cara de poker y se agarraban los unos a los otros (creo que también creían que naufragaríamos).
Antes de llegar al puerto el marinero se puso a indicar al capitán donde tenía que ir porque una neblina impedía la visión mas allá de 20 metros. Fue bastante gracioso que una de las veces estuviésemos yendo directos a una plataforma petrolífera que al parecer nuestro capitán no había visto, lo digo porque el marinero movía la mano frenéticamente indicando que girase a la derecha mientras el otro ni se inmutaba.
Finalmente vimos la luz al final del túnel, estábamos atracando, salieron todos en estampida, como si esperasen que derrepente la lancha se hundiese después de la aventura. Nosotros estábamos empapados y aprovechamos que había escampado para "secarnos" mientras caminábamos a la estación de autobuses, estamos hechos un trapo viejo y lo mejor de todo es que nos quedan 8 horas de autobús por delante hasta Sao Paolo, pero al menos hemos sobrevivido y sin mareos!

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