lunes, 23 de diciembre de 2013

Polinesia francesa

Aprovechamos las casi 6 horas de vuelo para dormir ya que llegaríamos a las 2AM hora local y pensabamos ir a la isla vecina en el primer ferry de la mañana.
Bicheando en internet encontré una pagina web dedicada a los "tiraillos" como nosotros: http://sleepinginairports.net donde sugieren cuales son los mejores sitios dentro de los aeropuertos para dar una cabezada entre escalas.
Nada mas llegar un seguridad nos acompañó al "área de descanso" al que se referían en la web, un rincón iluminado con un baño justo enfrente y unos bancos de madera. No estaba mal para un par de horas, o mejor dicho, no estaba mal hasta que vi la primera cucaracha enorme correr hacia mi.
Después de aquello no dormí mas y no fue la única que se paseó por allí.
Nuestro "hotel" del aeropuerto

A eso de las 05:15 el seguridad volvió a por nosotros para indicarnos donde estaba la parada del autobús que nos llevaría al puerto.
En el primer ferry de la mañana íbamos rumbo a Moorea, un poco mas pequeña que Tahiti pero con un perfil montañoso lleno de vegetación que quita el hipo.
Mi francés de secundaria de poco me ha servido, no hay quien me entienda ni yo consigo entenderlos a ellos. El resultado fue tener que esperar en la estación de Moorea algo mas de una hora. Atando cabos nos dimos cuenta que los autobuses públicos "le truck" de la isla funcionan como autobús escolar así que hasta que no entran todos los niños al colegio no funcionan normalmente.
La conductora del truck nos dejó en la puerta del hotel o mejor dicho bed and breakfast familiar. Fare Vaihere, unas cabañas en la laguna de Opunohu bay a pocos metros de una playa de arena blanca , con embarcadero privado, una pared de arrecife de 12 metros de profundidad y vistas directamente al mar desde nuestro bungalow.
Coco de bienvenida

Al agua patos!!


No tengo palabras para describir el paraíso, el agua es cristalina, esta caliente, apenas hay turistas y a tu espalda los picos escarpados del volcán.
No teníamos muy claro que era lo "típico" de hacer aquí y nos dimos cuenta que lo típico era simplemente beber de un coco tumbados mirando el mar o bucear por la barrera de coral entre miles de peces de colores, tortugas, tiburones y mantas.
Nuestro primer día en la isla lo pasamos en los alrededores del Fare Vaihere, pedaleando por cortesía del hotel llegamos hasta un foodtruck aparcado dentro del jardín de una casa. Estaba recomendado por tripadvisor y la guía local de Moorea y de todas formas no había nada mas alrededor donde elegir.
Detrás de la barra nos atendió Laurent, una francesa sonriente muy bronceada que además de sugerirnos que almorzar nos contó su vida en versión "callejeros viajeros".
Resulta que Laurent vino de viaje con su marido a polinesia y nada mas salir del ferry ya se habían enamorado de Moorea. En sus últimos días, soñando a soñar, decidió imprimir su CV que tenía en el pen drive de sus llaves y llevarlo a varias cadenas hoteleras. Ella ya trabajaba en francia como recepcionista y sabía francés, inglés y japonés. Ni 30 min después de haber empezado ya tenía una oferta de trabajo para empezar al día siguiente si quería.
Terminaron las vacaciones, volvieron a francia con un plazo de un mes para venderlo todo, recoger a sus dos hijas y venirse al otro lado del mundo a vivir. De aquello hace ya ocho años, fructíferos ocho años diría yo teniendo en cuenta que se han comprado un terreno, una casa balinesa que han transportado por piezas y montado en el jardin y ha dejado de trabajar para otros para montar su pequeño foodtruck. Por cierto también han aumentado la familia y viajan cada año a una ciudad del mundo diferente para "salir al mundo".
Dicho así, lo que parecería una locura les ha salido redondo y dicen no echar nada en falta.
La playa frente a la casa de Laurent

Después de nuestro almuerzo-charla, nos fuimos a bucear. Para mí era la primera vez que me zambullía en el océano con una mascara y un tubo, nada mas y nada menos que en polinesia francesa...!que clase! jajaja
Aunque tengo que confesar que me daba bastante miedo pensar en los tiburones limón que viven en la misma laguna. Phillip y Corinne nos dijeron que no había de que tener miedo, que eran tiburones "simpáticos". Bueno yo solo de la idea de ver un pez mas grande que mi mano ya estaba temblando.
Pasados los primeros minutos críticos, empecé a relajarme y nadamos sin parar, había muchísimos peces alrededor de colores llamativos que se escondían entre el coral.
Entramos en una zona un poco mas abierta, se veía el suelo arenoso perfectamente y vi un pez rarísimo, bastante grande aunque no se movía me dije a mi misma que para ser el primer día de inmersión ya era suficiente y me dí la vuelta para volver al embarcadero. Alba 0 - océano pacífico 1.
Para cenar, teniendo en cuenta el precio del almuerzo, nos hemos aprovisionado en un supermercado con pan bimbo y fiambre !Bon apetit!
Día dos y seguimos en el paraiso. Hemos desayunado en una mesa de madera con vistas a la bahia, café, frutas tropicales, dulces caseros y una super gigantesca barra de pan (Phillip habrá flipado cuando ha visto que nos la hemos zampado entera)



Hay otros clientes en el hotel, un hungaro que lleva 3 semanas en polinesia, 10 días de crucero en un catamaran con 5 personas, una semana en moorea y los últimos días los pasará en Tahiti. Hemos estado haciendo quinielas sobre en que trabajaría o cuanto dinero tendría, total, aquí lo mismo eres un super millonario que un pringao como nosotros ¿quién lo puede saber?
También hay una pareja bastante mayor de Colorado, me ha dado ilusión ver que el hombre se ha puesto a su edad el aparato en los dientes. Por muy absurdo que suene, me parece que querer arreglarse los dientes a los casi setenta años resulta un gesto muy juvenil.
Total que somos todos muy variopintos pero sin duda los turistas mas jóvenes de la isla somos nosotros.

Clases de coco con Jean Pierre

Rallar el coco

Escurrir la ralladura en un bol, bon apetit!

En nuestro segundo día hemos pedaleado como nunca por toda la bahía para arriba y para abajo, todos nos saludan "ia orana" y nosotros "bon jour" que es la única comunicación francesa que tenemos a nuestro alcance.

Nuestro tercer día hemos alquilado una scooter, nada que ver con la de Isla de Pascua. Ni en modelo ni en precio claro, pero queríamos recorrer la isla y 75 km en bici era mucho para mi. Primero fuimos al Belvedere, un balcón en las montañas desde donde se ve la bahia de Oponuhu y la bahia de Cooksbay.

 A la derecha Cook´s bay, a la izquierda oponuhu  y todo a nuestro alrededor eran montañas gigantescas.

Después a quemar calorias a la Magic mountain.
30 min de subida empinada a las 3 de la tarde....no diré mas, subí y bajé que es lo que cuenta.


Finalmente decidimos darle toda la vuelta a la isla, ¿y que encontramos? Una carretera de ensueño que entra en bahias de aguas cristalinas y selva verde. Por fin estábamos llegando a Te mae la playa de arena mas grande de toda polinesia. Había una escuela haciendo deportes acuáticos con los niños y hasta un papa noel pasando calor con el traje de terciopelo.

Estuvimos buceando, tomando el sol y Diego se entretuvo poniendo en práctica la lección que nos dio Jean Pierre sobre como abrir una nuez de coco. Para solo tener a mano una navaja suiza no se le ha dado nada mal.
Pelando la nuez de coco


Felicidad, ya no moriremos en una isla desierta

Volvimos a las hamacas de nuestro hotel y cuando se estaba haciendo de noche fuimos a ver la puesta de sol desde el jardín de la casa de un polinesiano. Salió en calzoncillos a ver porque estaba ladrando su perro y nos encontró allí de pie con el casco de la moto puesto en la cabeza mirando el horizonte.

El último día en el paraíso lo hemos pasado en Papeete, después de un pequeño problema con el hostal que habíamos reservado, cambiamos de alojamiento y nos quedamos en pleno centro.


No tiene mucho que ver (teniendo en cuenta que uno va a polinesia por sus playas, no por hacer turismo cultural que digamos), pero nos encantó el ambiente de food trucks en el paseo marítimo por la noche.
Bien, es hora de despedirse de estas islas en mitad del pacifico. No sé si volveremos, al menos podemos decir que lo hemos visto con nuestros propios ojos.
Au revoir Polinesia!

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